ECUADOR Y LA ACTUALIDAD POLÍTICA
Rafael Correa fue uno de los presidentes más queridos de los últimas décadas, tanto que los vendedores de agua y de caramelos te insultaban si osabas criticarlo, y muchas personas estaban dispuestas a golpear a quien hable mal de su “salvador”.
Es que le creyeron cuando él se comprometió a dar trabajo estable a los trabajadores informales; a afiliar al IESS a las amas de casa; a que la Salud Pública sería para todos, y que habría dinero para todo esto -y más- porque sus funcionarios serían de “manos limpias”.
Millones de ecuatorianos todos los días, antes de dormir y al levantarse, tenían pensamientos positivos a favor de su “salvador” quien los sacaría de la pobreza.
Estos ecuatorianos, sin saberlo, estaban usando la mayor fuerza del Universo a favor del presidente Correa, la Conciencia Colectiva, y le estaban dando un gran poder.
Pero el presidente Correa creyó que este poder lo podía usar como le diera la “regalada gana” y lo usó para controlar todas las instituciones de Estado, para atacar a sus detractores, para romper los periódicos que denunciaban a los burócratas que tenían las “manos sucias”.
Él creyó que el poder que tenía lo había logrado solo y no gracias a la Conciencia Colectiva de millones de ecuatorianos, por lo que no le importó incumplir sus promesas de campaña.
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